Seguro que alguna vez has oído algo parecido a que aprendemos o recordamos el 10% de lo que leemos, el 20% de lo que oímos, y varias otras cosas más hasta llegar al 90% de lo que decimos y hacemos. Tal vez hayas visto lo mismo explicado en un dibujo con forma de pirámide, en el que en el vértice se sitúa la lectura. Ese gráfico se conoce como el cono de Dale, por Edgar Dale, un pedagogo estadounidense. Existen varias versiones (eso lo hace muy sospechoso) pero en casi todas, la lectura aparece como la forma de aprendizaje más ineficiente, y la experiencia directa como la más eficaz.
Solo durante este curso ya he tenido contacto con dos asesores que se han basado en el bendito cono para justificar la necesidad de un cambio de método en educación. Estoy a favor de la variedad de métodos educativos, pero con al segundo experto le expresé mis dudas sobre el modelo. Aunque el modelo fuera cierto, eso no tiene por qué significar que la lectura sea un mal método de aprendizaje: el 10% de lo que leemos en una hora puede ser mucha más información que el 70% de lo que debatimos en una hora.
Pensé que el señor Dale habría hecho alguna investigación sobre el aprendizaje humano y que aclararía bastante las cosas el saber qué midió y cómo lo hizo, porque, sencillamente, existen distintos tipos de aprendizaje, y no espero que nadie aprenda a nadar leyendo un manual, pero tampoco creo que montar una obra de teatro, o ponerse a mezclar elementos químicos (90% de recuerdo) sean formas eficientes de aprender la formulación química. No tuve que esforzarme mucho para darme cuenta de que el modelo no tenía un gran fundamento. Laentrada sobre Edgar Dale en la Wikipedia ya señala que los porcentajes que acompañan al cono fueron añadidos por otra persona, sin una base científica.
Un poco de historia del cono (de Dale)
Michael Molenda, un profesor de la Universidad de Indiana, escribió poco antes de jubilarse una entrada sobre el cono (el de Dale) y su historia en Educational Technology: an Encyclopedia. Según el profesor Molenda, El cono apareció por primera vez en 1946 en el libro de texto Audiovisual Methods in Teaching. Dale publicó otras dos versiones del cono en reediciones del libro, en 1954 y 1969. Las categorías que empleó Dale eran:
- Símbolos verbales.
- Símbolos visuales.
- Imágenes fijas / grabaciones / radio.
- Películas.
- Exposiciones.
- Viajes de campo.
- Demostraciones.
- Representación dramática.
- Experiencias forzadas.
- Experiencias directas e intencionales.
En 1954 añadió la televisión a esa lista. Nunca se llamó el cono del aprendizaje, sino que su nombre fue “cono de la experiencia”, y el propio Dale advirtió contra su mal uso afirmando que las categorías del cono no debían considerarse como rígidas e inflexibles, ni como una jerarquía con distintos rangos. En la tercera edición del libro, el autor tuvo que dedicar algunas páginas a las malas interpretaciones del esquema como creer que una actividad es más valiosa cuanto más realista resulta o que el aprendizaje mejora si se comienza con la experiencia directa y luego pasa a actividades abstractas (no puedo evitar pensar en el movimiento de las competencias y en el constructivismo). Dale nunca añadió porcentajes a su cono, ni afirmaciones del tipo “al cabo de dos semanas recordamos…”. Los porcentajes parecen surgir en el entorno de una compañía petrolífera.
Molenda considera que la intención de Dale al proponer el cono era descriptiva, algo así como un esquema o resumen de lo que se iba a tratar en el libro, y no prescriptiva (un modelo de cómo tiene que ser el aprendizaje). Al mismo tiempo, Molenda reconoce que las explicaciones de Dale son bastante vagas, lo que permite realizar distintas interpretaciones del cono.
Will Thalheimer, autor de un interesante blog sobre psicología del trabajo y del aprendizaje, afirma que los porcentajes que suelen acompañar al cono de Dale aparecieron publicados por primera vez en 1967, en un artículo de D.G. Treichler que no citaba ninguna investigación que diese respaldo a los números. A partir de ahí la cosa se vuelve divertida. A pesar de que la investigación desacredita la propuesta, el esquema tiene un gran éxito y es utilizado por mucha gente, y algunos alteran el contenido del esquema y los números que lo acompañan para “ajustarlo” a sus intenciones, y sin tener ninguna evidencia que justifique los cambios. Cualquiera puede buscar en google distintas versiones del esquema para darse cuenta de que hay algo raro en el asunto.
Puesto que la mayor parte de las personas que emplean versiones apócrifas del cono de la experiencia lo hacen de buena fe, no cabe hablar de fraude, aunque en algunos casos particulares sí que se puede pensar en un uso fraudulento (tratar de hacer pasar por verdadera una manipulación del esquema) o al menos en desidia por citar trabajos… que no se han molestado en consultar (claro que si tu perspectiva es que solo recordamos el 10% de lo que leemos, para qué vas a perder el tiempo en leer los trabajos que citas).
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